domingo, 4 de septiembre de 2016

LA PARÁBOLA DE LA LÁMPARA

Mateo 5:14-15
¨Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa¨.


Esta parábola es conocida como ¨la parábola de la lámpara bajo el celimín¨ o ¨la lámpara debajo de un Almud¨ (El celimín y el almud eran una especie de cajón que servía como medida de capacidad, y que no hace mucho todavía se usaba en algunos países de Europa). 
  
Esta parábola la encontramos en los tres evangelio sinópticos: Mateo 5:14-15; Marcos 4:21-25 y Lucas 8:16-18. Pero esta parábola tiene su explicación en la versión que encontramos en el Sermón del Monte de Mateo 5:14-15. 

En la tumba del presidente John F. Kennedy, que se encuentra ubicada en el Cementerio de Arlington, se puede ver un monumento que consta de una llama, así se denomina: La llama Eterna. Esta llama siempre tiene que estar encendida. Fue la viuda del presidente, la Primera Dama Jacqueline Kennedy, la que solicitó esta llama eterna para la tumba de su marido asesinado. Esta idea de la Primera Dama fue inspirada en la llama eterna en la Tumba del Soldado Desconocido que existe en el Arco de Triunfo de París, en Francia.

De la misma forma que esta llama encendida en estos monumentos, en esta parábola se hace énfasis en la necesidad de una lámpara que esté siempre encendida, una llama que nunca se apague.

En este sentido, en esta parábola podemos encontrar unos significados relacionados con la llama que nunca puede ser apagada, que involucran a Cristo, el evangelio y la iglesia. A Cristo como la fuente de esa luz, el evangelio como la antorcha que la contiene y a la iglesia como la portadora que camina por el mundo llevando esa luz a dondequiera que va. 

Veámoslo de la siguiente manera:

1.-  Jesucristo Es La Luz Que no se Puede Ocultar.

Jesucristo es la luz del mundo, así lo dice él mismo en la Biblia: ¨Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida¨. (Juan 8:12).

Jesucristo no vino a este mundo para ocultarse, sino para revelarse, para revelar al Padre: ¨A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer¨ (Juan 1:18).

Jesucristo es en este sentido la suprema revelación de Dios al mundo, la culminación de la revelación de la verdad que Dios había venido revelando, y que ahora se muestra al hombre en su modo más excelso: ¨Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas¨ (Hebreos 1:1-3).

Aunque Jesús fue ocultado de Herodes cuando era niño, para salvaguardarle de sus amenazas de muerte, pero fue anunciado su nacimiento a los pastores que estaban en el campo por medio de una multitud de seres angelicales que llenaron el cielo esa noche de grandes resplandores (Lucas 2:8-19). También recordemos que unos magos fueron guiados hacia el lugar donde se encontraba el niño, por medio de una luz en el cielo, una estrella que les señaló el camino y les llevó hasta donde se encontraba el Salvador del mundo (Mateo 2:1-12).

La manifestación gloriosa del Hijo de Dios, el Dios encarnado, se hizo visible ante un mundo que estaba cargado de tinieblas: ¨En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo¨ (Juan 1:4-9).

Y todos los hombres, mujeres y niños de Israel, vieron a Jesús el Mesías, el cual desarrolló una vida pública, predicando por todas partes durante unos tres años, alumbrando a todos con su verdad, dejándonos el legado del evangelio, para que lo proclamemos, a fin de que todo el mundo sepa que Jesucristo es el único Salvador del mundo.

2.- El Evangelio Es la luz que no se puede ocultar.

¿Qué es el evangelio? La palabra ¨evangelio¨ viene del griego εαγγέλιον (euangelion), «buena noticia», propiamente de las palabras ε, ¨bien¨, y -αγγέλιον, ¨mensaje¨. Es la narración de la vida y palabras de Jesús, es decir la buena nueva del cumplimiento de la promesa hecha por Dios a Abraham, Isaac y Jacob de que redimiría a su descendencia del pecado por medio de la muerte de su Hijo unigénito Jesucristo, quien moriría en expiación por el pecado de toda la Humanidad y resucitaría al tercer día para dar arrepentimiento y perdón de los pecados a todo aquel que crea en él.

En la Biblia encontramos una declaración que constituye el kerigma, que es la esencia de la proclama, del anuncio del evangelio, lo que cada creyente debe decir y enseñar, y que cada individuo debe creer: ¨Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce¨ (I corintios 15:3-5).

Este fue el anuncio central del primer sermón de Pedro, el cual contenía la acusación  directa contra los judíos que le habían entregado a los romanos: ¨Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, Y aun mi carne descansará en esperanza; Porque no dejarás mi alma en el Hades, Ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; Me llenarás de gozo con tu presencia. Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos¨ (Hechos 2: 22-32).

Este es el mensaje que debe ser proclamado hoy y siempre hasta que el Señor venga en su segunda venida, ya que Jesucristo es el único Salvador del mundo: ¨Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre¨ (1 Timoteo 2:5).

 3.- Los Creyentes Son la Luz que no se puede ocultar.

Jesús está diciendo que los creyentes son la luz del mundo, ellos son una extensión al mundo del evangelio, de su evangelio, el cual contiene la verdad, una verdad que no debe ser ocultada, sino proclamada para que todo el mundo la escuche, la asimile y la crea.

El mandato del Señor a sus discípulos fue categórico en Mateo 28:18-20: ¨Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén¨. Esta es la razón porqué el Señor permitió la persecución de los creyentes en Jerusalén, para que se cumpliera la orden que les fue dada de llevar el evangelio hasta lo último de la tierra.

Antes de ascender al cielo les reitera la promesa del Espíritu Santo, al través del cual ellos habrían de cumplir el propósito de ser la luz del mundo (Hechos 1:8). Debían salir del celimín, debían alumbrar al mundo con la palabra del evangelio. Así que tenían que exponerse ante el mundo para que el mundo conociera el mensaje, el cual se circunscribía a lo siguiente: ¨Jesucristo es la única persona en la que todo hombre debe creer para poder ser salvo¨ (Hechos 4:12).

Esta es una verdad que el Señor enunció con bastante claridad en el sermón del monte: ¨Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos¨ (Mateo 5:16).

Así como la lámpara no se enciende para ponerla debajo de una caja, pues se apagaría y no realizaría su propósito que es alumbrar; de la misma manera el evangelio no se puede callar, hay que proclamarlo. Todo creyente es y debe ser como una lámpara encendida, colocada en lo alto para alumbrar a todos y así lleguen a conocer la verdad. 

Mientras el Señor viene, nosotros debemos vivir cada día en la disposición de dar testimonio de nuestra fe, tanto con nuestras palabras, como con nuestra vida.

Leandro González

Sermón predicado en la Primera Iglesia Bautista de Mao, República Dominicana, el 4 de Septiembre de 2016.

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